Sin salud mental no hay salud física
La salud mental y la salud física están intrínsecamente conectadas y se influyen mutuamente. El estrés crónico y los problemas como la ansiedad y la depresión pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades físicas como enfermedades cardíacas, diabetes y trastornos autoinmunes.
Las personas que experimentan problemas de salud mental, a menudo, pueden tener dificultades para adherirse a tratamientos médicos para atender enfermedades físicas. Por ejemplo, a una persona con depresión puede costarle seguir un plan de tratamiento para la diabetes porque su foco de atención no está ahí.
La salud mental puede influir en la percepción del dolor y en la forma en que una persona responde a él. Por ejemplo, la depresión puede aumentar la sensación de dolor en personas que sufren de condiciones crónicas como la artritis.
En el caso de personas que experimentan problemas de salud mental pueden descuidar su autocuidado, esto puede impactar negativamente en su salud física al no seguir una dieta equilibrada, no hacer ejercicio regularmente o no seguir un régimen de medicación prescrito.
Por lo tanto, las alteraciones en la salud mental pueden impactar en la salud física. Un buen estado de salud incluye la atención de ambas para promover un bienestar integral de una persona y mantener una buena calidad de vida.